Hace no mucho tiempo se cumplieron veintidós años de uno de los perfiles musicales más icónicos de la historia. En él, el entonces periodista Gabriel García Márquez describía a una joven Shakira como “inteligente, insegura, recatada, dulce, evasiva e intensa”, una serie de adjetivos que parecen haberse fortalecido con el paso de todos estos años.
Hoy, la colombiana Shakira puede no parecer aquella mujer que con apenas veintiún años grabó un par de discos perfectos que la llevarían a convertirse en una de las más grandes estrellas de la música latina; sin embargo, basta un par de minutos de charla con ella para caer en cuenta de que en realidad no ha cambiado demasiado.
Puede que sea alguien que ha roto todos los récords posibles en el mundo de la música y ha ganado premios en la industria a manos llenas, pero sus virtudes humanas permanecen intactas. “No soy muy fan de mí misma”, asegura en esta entrevista para Vogue México y Latinoamérica, “Siempre escucho las cosas que he hecho y digo ‘esto hubiera podido ser mejor’, nunca estoy del todo satisfecha”. Son palabras que no parecen venir de alguien que ha conquistado el mundo con su arte, pero su reflexión es todavía más profunda: “Esa insatisfacción no es del todo negativa, algo bueno tiene. Nunca quiero regresar a lo que ya he hecho, quiero buscar por otro lado”.
Hay una libertad en su música que parece hacerse presente en todo momento y con la que ha podido crear colaboraciones memorables a lo largo de todos estos años. “Las colaboraciones han sido también el prefacio a nuevas etapas musicales”, asegura al hablar de ellas como un espacio a la experimentación conjunta. “La Tortura (con Alejandro Sanz), por ejemplo, abrió una nueva etapa musical en mi vida, es una canción esencialmente reguetonera y el reguetón era una cosa muy local en Puerto Rico”.
Con aquella canción logró augurar tiempos más optimistas para la música latinoamericana y, acaso, profetizar su omnipresencia de hoy en día. “Esta canción marcó una etapa porque empecé a involucrarme un poco más con los sonidos latinos y la nueva movida latinoamericana: lo que estaba pasando en Puerto Rico, en República Dominicana a nivel musical y todo eso lo quise llevar a una escala global, pero siempre haciendo una labor un poco antropológica de investigar lo que sucede en cada cultura”.
En otro contexto parecerían dos mundos distintos y ajenos, pero en manos de Shakira se convierten en una hermandad especial. “Son aparentemente lejanas pero están muy enraizadas en el caribe colombiano con la migración de países árabes, sobre todo Líbano y Siria. Fue una migración muy grande, en un momento se mezclaron esas dos culturas de forma que ya son de alguna manera inseparables”. Lo ha demostrado en sus discos, en sus presentaciones y hasta en el Super Bowl 2020, uno de los hitos más grandes de su carrera hasta el día de hoy y un evento lleno de obstáculos que le dejó una reafirmación que parece ser el mantra de una vida: “Fue muy estresante, pero parece que ese es mi karma, mi destino: el que siempre tenga que sufrir para conseguir algún tipo de recompensa al final. A veces siento que trabajo más de la cuenta para lograr algo, pero así es”.
Su presentación junto con Jennifer Lopez podría traducirse como el símbolo de un tiempo en el que la latinidad se encuentra en todos los rincones del planeta, siempre latente y siempre llena de orgullo. “Desde un punto de vista sociopolítico fue un momento importantísimo para los latinos, para las latinas, para las mujeres de mi edad, fue un statement importante y quisimos –tanto Jennifer Lopez como yo– dejar a los hispanos en un lugar de respeto y de admiración a nivel global y creo que eso lo conseguimos con creces”.
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