“La gran ilusión que generan las redes sociales es hacernos creer que todo el mundo es mucho mejor que nosotros. Yo intento mostrar mi propia fragilidad, porque quiero romper el mito de que existen vidas perfectas. Me llevó un tiempo recuperarme de cosas que me hicieron mucho daño, pero luego quise contarlas”.
Cuando Chiara Ferragni habla de redes sociales, hay que sentarse a escuchar y tomar nota, porque nadie las entiende mejor que ella. No solo es la influencer de moda más importante del mundo (según Forbes), sino también la narradora de su propia vida con más seguidores de Italia. En los últimos años, junto a su marido Fedez, ha compartido momentos personales, ecografías prenatales, estados de ánimo, infinidad de looks, promociones de productos propios y ajenos, triunfos profesionales y vídeos de sus hijos. Y, cada vez más, expresa su opinión sobre temas sociales y políticos. La próxima primavera, se estrenará además una serie sobre la vida de la pareja, producida por Amazon. Ferragni tiene más audiencia que los telediarios y más lectores que todos los grandes diarios italianos juntos. Como resultado, hay quien vive en estado de alerta por el impacto que tiene su persona y denuncian que, desde su posición de privilegio, podría ejercer un abuso de poder. Quieren regular a Chiara como si fuera un periódico. Ella se ríe de todo esto. "Me hace gracia que piensen que tengo tanto poder. Pero si así fuera, no pasa nada, porque el poder que tengo lo utilizo para influir de manera positiva. No me levanto por la mañana y me pongo a denigrar a la gente”.
El sentimiento no siempre es mutuo. Durante años, muchas voces se han dedicado a menospreciarla: una bloguera que escribe sobre moda, una influencer que no se sabe muy bien en qué trabaja, otra rubia guapa que olvidaremos dentro de seis meses. "No solo pasaba en las redes sociales, sino en la prensa de moda. Cuando empecé se formó un círculo muy cerrado y muy snob. Temía que tuvieran razón cuando decían que sólo duraría una temporada, pero han pasado doce años y hoy puedo decir que se equivocaban".
A muchos personajes públicos les cuesta procesar la incesante atención que reciben por parte de tantos desconocidos, algo a Chiara, según parece, es poco probable que le ocurra. "Para mí no son personas desconocidas. Algunas me siguen desde 2008. Se puede decir que han crecido conmigo y mantengo una relación estrecha con ellas, incluso en privado. No respondo a todo el mundo, pero veo las historias y a menudo dejo un comentario. Algunos fans incluso se dan cuenta en las fotos del más mínimo gesto cuando no me encuentro bien del todo. Y me encanta que sepan que conmigo pueden estar felices o estar tristes. Con algunos tengo incluso cierto grado de intimidad. Sé cosas personales suyas y cuento con un grupo de gente encantadora que me hace sentir muy querida y muy apreciada".
"Parece que nada de lo que venga de internet te da miedo, pese a los discursos de odio que infectan todos los debates". "Claro que hay cosas que me preocupan, pero de mi vida privada y mis relaciones, no de mi vida pública. Cuando estaba embarazada tenía miedo de no ser una buena madre, de no ser capaz de compaginar mi trabajo y mi familia, de que yo como mujer acabase devorada un rol que es maravilloso, pero que no lo es todo de mí. Cuando un hombre se convierte en padre nunca se hace todas estas preguntas. Tengo el síndrome del impostor y muchas veces me paro a pensar y me pregunto: ¿realmente me merezco esta oportunidad que me han dado? Estas son las cosas que me han dado miedo en estos años, no lo que digan de mí. Y veo periódicos que gritan: "¡Escándalo Chiara! ¡Los fans no dan crédito!, y a lo mejor solo me he cambiado el color de uñas. Todos los días hay algún titular tonto de este tipo, pero estoy segura de quien soy: una mujer mucho más sencilla de lo que creen".
Aspirar a la sencillez es harto complicado. Por la sonrisa irónica que me dedica, ella también lo sabe.
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