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TOM HOLLAND SOBRE QUÉ IMPLICA SER SPIDER-MAN, SUS SUEÑOS Y ZENDAYA
Por GQ: El actor británico se sincera con GQ y habla sobre su experiencia como superhéroe, de su romance con Zendaya, qué habrá después de Spider-Man y… ¿de ser el próximo James Bond?

Tom Holland tenía 19 años cuando apareció por primera vez como Spider-Man y se convirtió en el mayor referente de su generación. Ahora custodia las llaves de Marvel, aunque la pregunta es: ¿aún las quiere?

 

“Esto va a sonar como una completa mentira, pero te juro que es cierto”, dice el actor. “¿Alguna vez has escuchado hablar de los sueños lúcidos?”. Llevamos charlando un par de horas y la conversación —como suele pasar después de tanto tiempo— ha derivado hacia el tema de los sueños. Últimamente tengo pesadillas, le cuento. Ansiedad. Algo sobre lo que el actor Tom Holland sabe mucho. Tiene un descanso terrible; es sonámbulo, incluso se desnuda durmiendo (“Cuatro de cada 10 noches me despierto totalmente desnudo”). Pero resulta que tiene un truco para lidiar con las pesadillas, y como Tom Holland es Tom Holland —el actor que ha devuelto el “amable” a lo de “tu amable vecino Spider-Man”, y que es popularmente, enérgicamente, irresistiblemente simpático—, por supuesto que quiere ayudar.

 

“Está bien, esto es lo que puedes hacer. Básicamente, cuando estás dormido, tu cerebro funciona mucho más rápido que cuando estás despierto. Me lo contó Jon Watts [el director de Tom en las tres películas de la saga del superhéroe] y funciona. Si estás en un sueño y lees algo, como una señal de stop, y te giras, cuando vuelves a mirar la señal, habrá cambiado. Así que lo que tienes que hacer —y esto es lo que suena estúpido— es ponerte una alarma cada hora del día cuando estás despierto. Cuando apagues la alarma, lee algo. Así que leo…”.

 

En ese momento, Tom Holland busca en su habitación —que es austera, con una cama deshecha y un armario medio abierto a su espalda, con el sol del atardecer colándose por la ventana— y se detiene en una caja de pistachos. “Tostados y con sal. Te giras y vuelves a mirar. Tostados y con sal. Vale, no estoy dormido. Lo que pasa es que cuando lo haces durante mucho tiempo, empiezas a hacerlo también en sueños. A veces, si estoy teniendo una pesadilla, miro a una señal y digo, “Vale, estoy soñando”. Y así sabes que tienes libertad absoluta para hacer lo que quieras”.

 

¿Entonces puedes influir en tus sueños?, le pregunto. “Sí. La última vez que me pasó, estaba volando alrededor del Golden Gate. Fue una pasada”. Holland está en casa, en Londres, durante una cuarentena impuesta por el gobierno, así que hablamos a través de Zoom. Es una época inusual para el actor, una pausa rara. Desde que le dieron el papel hace seis años, ha interpretado a Spider-Man en cinco largometrajes, de los cuales cuatro han logrado más de mil millones de dólares cada uno. En el último año, más o menos, ha protagonizado tres películas, en los dramáticos y originales papeles de un huérfano asesino de curas en El diablo a todas horas y un ladrón de bancos adicto a la heroína en Cherry; y ha terminado de rodar otras dos. Con sólo 25 años, ha alcanzado un nivel de estrellato que pocos actores logran, y menos tan jóvenes. “Hay muy pocos actores en activo que sean tan versátiles como él”, asegura la productora de Spider-Man y anterior ejecutiva de Sony, Amy Pascal. “Es la persona que conozco que trabaja más duro”.

 

Lo que implica ser Spider-Man

“Desde que me seleccionaron para Spider-Man no he podido tomarme un descanso”, explica el histrión británico. Así que está aprovechando este respiro, obligado por el gobierno, para disfrutar de sí mismo. “Me descubro llamando a mi padre [Dominic, cómico y escritor] por cosas que debería saber hacer. “Papá, ¿cómo se pone la lavadora?””. La noche anterior se rompió una claraboya por el mal tiempo y se le inundó la cocina. El mundo exterior sabe cómo colarse dentro.

 

Los próximos meses prometen ser frenéticos incluso para el ritmo de Tom. Este diciembre protagoniza Spider-Man: No Way Home, la que él mismo ha descrito como “la película sobre un superhéroe más ambiciosa que se ha hecho jamás”. Luego, en febrero, toca Uncharted, una ágil adaptación a lo Indiana Jones de la franquicia de PlayStation. “Es el momento de “¿Es capaz Tom Holland de defender su propia película como protagonista?”. Y sé que puedo sonar como un cretino”, dice. “Pero para mí es algo así como, “¿Puedo hacerlo sin lycra?””.

 

Las expectativas de No Way Home son todavía más altas. Durante varias cintas, Marvel ha colocado a Tom Holland en el centro. “Ha tomado el puesto que Robert Downey ocupó en Marvel, que es el del personaje favorito y, de alguna forma, el alma del universo”, afirma Joe Russo, que, junto a su hermano Anthony, ha dirigido al joven histrión en cuatro entregas, incluyendo Avengers: Endgame. Por si fuera poco, No Way Home marcará la colisión entre el Universo Cinematográfico de Marvel, cada vez más intrincado, y el igualmente enrevesado Spider-Verse de Sony (que actualmente comprende los largometrajes de Venom de Tom Hardy, además de las inminentes Morbius y Kraven el Cazador), plantando la semilla de la que surgirán años de secuelas, miniseries y otro contenido pensado para generar suscriptores.

 

Tom, sin embargo, no ha firmado para nada de eso. Spider-Man: No Way Home es, en el momento de escribir este artículo, la última película de su contrato como Spider-Man. Cuando charlamos, a comienzos de octubre, dice que aún le falta hacerse algunas fotos, grabar diálogo adicional, las menudencias de un tour de prensa mundial y después… nada. “Es muy extraño”, confiesa. “Durante los últimos seis años de mi vida siempre he tenido algo que hacer”. Después de tanto tiempo en el negocio de los superhéroes, Holland se tiene que adaptar a su vida sin máscaras. “Me da algo de miedo, pero también es emocionante”. Como puedes ver, el actor ha pensado mucho en los sueños últimamente y se ha preguntado si los que una vez tuvo —el futuro que imaginó para sí mismo— siguen siendo sus sueños después de todo.

 

Más allá de Spider-Man

Para entender cómo Tom Holland se ha convertido en un héroe de acción capaz de conectar tantas películas, lo más sencillo es empezar con el ballet. Creció en Kingston Upon Thames, un exclusivo municipio al sur de Londres. Allí, a los 9 años, en una clase de baile, llamó la atención de un coreógrafo del West End, que le sugirió hacer una prueba para el musical Billy Elliot. Holland practicó ballet durante dos años para prepararse para el papel, “haciendo pliés, tendus y relevés. Y développés. Odio tanto los développés”. Es el ejercicio donde extiendes tu pierna hacia arriba y hacia fuera hasta que pareces esto: Y.

 

Al final, lo escogieron para interpretar a Billy. Sus padres invitaron a todos sus conocidos, pero en el día de su debut, Tom se enfermó de tonsilitis. No quería decepcionar a nadie, así que no dijo nada. “Yo pensaba: “No puedo perder esta oportunidad, viene mucha gente a verme””, explica. Hizo un trabajo impecable y nadie se percató de que estaba enfermo, hasta la mañana siguiente, cuando lo llevaron al médico y le dieron el resto de la semana libre. “Me pusieron el sobrenombre Sick Note (Certificado de enfermedad), lo que me frustra muchísimo, incluso al día de hoy”, reconoce. “Era demasiado pequeño para hacer aquel espectáculo. Todavía no me había desarrollado y me enfermaba, me cansaba o me lesionaba, y necesitaba descansar de vez en cuando porque hacía tres funciones a la semana, ensayando todos los días. Ahora soy capaz de obligarme a todo, porque no quiero ser Sick Note”.

 

Zendaya le enseñó que la fama es parte del trabajo. Así que aprendió a sonreír para cada foto, a abrazar a cada fan, a hacer meet & greets en Disneyland. A estar siempre dispuesto. Un ejemplo: hace poco estaba paseando por Londres cuando unos tipos empezaron a perseguirlo y a hacerle fotos. “Me había pasado algo y aquello me puso de muy mal humor”, dice. “Estaba intentando despejarme, así que me di la vuelta y les dije que se perdieran”. Alguien razonable pensaría que esa es la reacción lógica cuando unos desconocidos van detrás de ti. Pero unos metros más adelante, Tom se giró y se disculpó. “Me tengo que recordar que ser Spider-Man es una responsabilidad mayor que simplemente tener trabajo. Hay chicos ahí fuera que sufren bullying en el colegio, que no encajan, y Spider-Man es su punto referente, ¿sabes? En ese momento, soy eso para ellos”.

 

Los miedos y obsesiones de Tom Holland

El día después de que Tom Holland emergiera de la cuarentena, nos reunimos para cenar en el Chiltern Firehouse, un lujoso hotel de Marylebone, un barrio del centro de Londres. A él le gusta este sitio; es discreto. Hay una escena de Uncharted en la que su personaje, Nathan Drake, trabaja detrás de una barra, y Tom venía aquí a compartir turnos con los camareros, para aprender a hacer cócteles, practicar trucos para servir, lanzar botellas al aire. Nos sientan en una mesa llamada The Snug (La cómoda), un espacio de apenas un metro cuadrado, con un sofá, una cortina que nos da cierta intimidad y su propia chimenea —en otras palabras, la mesa para besarse.

 

Cuando era más joven, Tom Holland se obsesionó tanto con su altura —mide 1.72, aunque su físico es tal que no te das cuenta— que llegó a llevar plantillas en los zapatos. “En las alfombras rojas solía acercarme más a los fotógrafos que a la gente detrás de mí [para parecer más alto]”, confiesa. Desde entonces, ha aprendido a centrarse en las cosas que puede controlar. “No puedo hacer nada con mi altura”, dice. “Pero puedo ganar más músculo”. Para su debut como Spider-Man, en Capitán América: Civil War, en 2016, el departamento de vestuario le puso un traje de espuma. A lo largo de las seis películas, la espuma ha ido disminuyendo: “Ahora sólo llevo un protector para el pene”, puntualiza.

 

Hay ocasiones en las que, por su euforia —o quizá por su inocencia— Holland acepta más de lo que puede abarcar. Cuando rodaba las dos últimas de Avengers, se pasaba tres días en el set de Atlanta, luego se metía en un avión a Londres, se pasaba otros dos días en el set de The Current War, para después volar de nuevo a Atlanta. “Recuerdo que durante buena parte del rodaje, Benedict (Cumberbatch, su compañero en las tres películas) tenía un doble para Avengers mientras grababa en Londres”, explica. “No sabía que se podía hacer eso”. Mientras filmaba Cherry, perdió una cuarta parte de su peso, con una dieta de choque y corriendo 16 kilómetros todos los días, envuelto en una bolsa de basura. “Mis niveles de energía estaban por los suelos”, dice. Tras ser el conejo de Duracell durante varios años, a Tom se le gastaron las pilas.

 

Zendaya y Tom Holland

Pero lo más cómico de la fama es que cuando tus sueños empiezan a hacerse realidad, con las pesadillas sucede lo mismo. Y así fue el pasado verano, cuando aparecieron en la prensa fotos de Tom Holland y Zendaya en un coche, en Los Ángeles, besándose. Algo simple, un beso. Generalmente dos veinteañeros que tienen una relación y se abrazan en un semáforo tendría que ser lo que es, un momento de intimidad entre dos personas. Sólo que en esta ocasión el beso fue retransmitido instantáneamente en todo el mundo, diseccionado en videos de reacciones, en “líneas cronológicas de noviazgo” y en Entertainment Tonight (Page Six tituló: “Zendaya y Tom Holland por fin confirman que están saliendo con un tórrido beso en un coche”. Como si tuvieran otra opción).

 

No era la primera vez que el actor veía su vida privada en la prensa, pero esto era diferente. Los fans de Tom Holland y Zendaya llevaban mucho tiempo entusiasmados con la posibilidad de que estuvieran juntos. Algunos pensaron que era un montaje publicitario. “Una de las desventajas de la fama es que tu intimidad ya no está realmente bajo tu control, y un momento que piensas que se va a quedar entre dos personas que se quieren se está compartiendo con todo el mundo”, dice Tom. Ha hablado muy poco sobre la relación de forma pública y es fácil darse cuenta que está aprendiendo a lidiar con ello, intentando decidir cuánto compartir. “Siempre he sido inflexible a la hora de mantener mi vida privada, porque ya doy mucho de mí con todos. Sentimos que nos habían robado nuestra intimidad”. ¿No estaban preparados para hablar de eso?, le pregunto. “No creo que se trate de no estar preparados. Es que no queríamos hacerlo”.

 

El actor sabe que pronto le tocará otro tour de prensa mundial y que tendrá que enfrentarse a una infinidad de preguntas sobre el tema. “No es algo sobre lo que pueda hablar sin ella”, explica. “La respeto demasiado. No es mi historia. Es nuestra historia. Y ya contaremos lo que sea cuando estemos preparados para hacerlo juntos”.

 

“Fue bastante extraño y raro, confuso e invasivo”, me cuenta Zendaya más tarde, por teléfono. “El sentimiento que ambos compartimos es que cuando quieres a alguien, cuando alguien te importa, algunos momentos o cosas desearías que fueran únicamente para ti… Creo que querer a alguien es sagrado y especial, algo con lo que lidiar y atravesar, experimentar y disfrutar con la otra persona a la que quieres”.

 

Para leer el artículo original visita GQ.

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